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viernes, mayo 16, 2025

La Serena: Pilar Coliman: La educadora intercultural mapuche que siembra respeto y preserva su legado

“Proyecto financiado a través del FFMCS 2024”

La historia de Pilar Coliman es la de una mujer mapuche que, desde muy joven, asumió el desafío de vivir entre dos mundos: sus raíces indígenas y la vida en las ciudades chilenas. Pilar, hoy de 29 años, lleva quince de ellos viviendo en La Serena, donde ha forjado un espacio para preservar y transmitir su cultura a través de su emprendimiento “Pilar Coliman, planta, vida y bienestar”. Oriunda de Nueva Imperial, una localidad cercana a Temuco, recuerda cómo su abuelo fue el responsable de transmitirle los valores de su cultura y enseñarle la vida en comunidad, la siembra y el respeto por la tierra.

«Desde niña, el legado mapuche siempre fue parte de mí»

Pilar vivió una infancia marcada por la enseñanza de su abuelo, quien le inculcó las tradiciones de su pueblo, la importancia de las cosechas y el espíritu de la comunidad. “Estuve hasta los 10 años, fui criada por mi abuelo. Él me hizo todo el traspaso cultural que tengo, lo que es comunidad, la reciprocidad, el ayudar, el comunicarse, el compartir”, relata Pilar. En ese entorno, su abuelo solía tener siempre el fogón encendido, listo para recibir a quien llegara, un acto simbólico de bienvenida y generosidad. “Él siempre tenía el fogón prendido con una tetera con agua caliente por si llegaba alguien para el mate”, recuerda con nostalgia, una imagen que hoy considera un pilar de su identidad y su compromiso con la cultura mapuche.

Las tradiciones que aprendió en su infancia continúan presentes en su vida, y Pilar las incorpora a su rol de educadora intercultural en La Serena. “Ahora que soy educadora intercultural, voy dejando un legado a los niños, una semilla”, señala. En este rol, imparte una enseñanza que busca no solo acercar a las nuevas generaciones a la cultura mapuche, sino también fomentar el respeto y la comprensión hacia los pueblos originarios.

La migración y los desafíos de vivir en ciudades

Pilar tuvo que migrar a Santiago primero y, después, a La Serena en busca de trabajo, un cambio que representó dejar atrás su tierra y adaptarse a una vida en la que su identidad indígena se convirtió en un punto de tensión. Sin embargo, su compromiso con la cultura mapuche la impulsó a integrarse a varias asociaciones indígenas en la región. “Actualmente pertenezco a la asociación Lafken Mapu acá en La Serena. También a la asociación regional Newen Mapuche, a la Asociación de Mujeres Emprendedoras Indígenas Tinokaykama, y soy la presidenta del comité de vivienda Peumayén”, enumera Pilar, destacando su dedicación a mantener sus lazos con la comunidad indígena.

Además de su trabajo comunitario, Pilar estudia trabajo social y está en cuarto semestre, impulsada por el deseo de fortalecer las redes de apoyo para su comunidad y futuras generaciones. “Estoy estudiando trabajo social para poder empoderar a las futuras generaciones, no solamente indígenas. Una tiene que aprender, tiene que saber sus derechos”, explica.

Educación intercultural: una semilla de respeto para las nuevas generaciones

A través de su labor como educadora intercultural, Pilar trabaja por integrar el respeto y conocimiento de la cultura mapuche en la educación. Aunque esta asignatura no siempre es bien recibida en el ámbito escolar, Pilar observa una creciente aceptación y el afecto que recibe de sus alumnos la motiva a seguir adelante. “Voy dejando algo en ellos, una enseñanza. Me quieren, me abrazan, me llevan regalos, me hacen cartitas”, expresa con gratitud.

El trabajo como educadora intercultural, sin embargo, no está exento de dificultades, sobre todo por la falta de reconocimiento oficial. “Nosotros no somos profesores, entonces por ahí sufrimos la discriminación o segregación de los colegas”, comenta Pilar. Aunque ella no ha tenido inconvenientes directos, sabe que otros colegas no han tenido la misma suerte, y reconoce que el prejuicio contra la identidad indígena es todavía una barrera.

El peso de la discriminación: una lucha constante

Desde su infancia, Pilar ha enfrentado discriminación por sus apellidos mapuches y sus orígenes. “Desde que tengo memoria, porque tengo apellidos mapuches, Coliman Caniguán, en el colegio se reían de mí mis profesores, de repente algunos compañeros”, relata. La discriminación, lamenta, también se extendió a su vida adulta, en el trabajo y en la sociedad en general. “Cuando llegué a trabajar también los jefes… después el hecho de solo decir que uno es mapuche lo convierte en terrorista”, reflexiona, exponiendo la dureza de estos prejuicios.

Después del estallido social de 2019, Pilar notó una mayor visibilidad para los pueblos originarios, aunque también experimentó hostilidad por su vestimenta y joyas tradicionales. “He tenido que tratar de no usar mi vestimenta porque también me atacaron. Tratar de no andar con mi ropa, con mis joyas, con mis cosas”, cuenta, revelando el desafío de mantener su identidad en un entorno que no siempre la comprende.

“Hay mitos, no es fácil para una persona mapuche acceder a beneficios”

Pilar enfrenta también los mitos que rodean a los pueblos originarios, quienes, según algunas creencias erróneas, reciben facilidades especiales del Estado. Ella desmiente estas ideas. “Para el sistema somos personas común y corriente, somos chilenos, se nos exige la ficha de protección social, cumplir cierto porcentaje y postulamos como todos”, aclara, explicando que, aunque su herencia indígena es parte fundamental de su vida, no recibe beneficios adicionales.

A pesar de ello, destaca el apoyo que ha recibido por su labor como productora, y agradece las oportunidades que ha tenido gracias a los municipios.

La falta de visibilidad cultural y la importancia de educar sobre el mundo indígena

Pilar considera que el desconocimiento sobre las costumbres y celebraciones de los pueblos originarios es una barrera para su integración. “Siento que esta ciudad no está preparada como una zona turística, no nos capacitan, no hay información, la gente toda perdida preguntando”, reflexiona, señalando que la ciudad no cuenta con servicios ni señalizaciones adecuadas para los turistas que visitan la zona.

También lamenta la falta de apoyo para celebrar festividades indígenas y la escasez de recursos que enfrentan las instituciones que buscan visibilizar estos eventos. “En la sección de pueblo originario, yo creo que todo es autogestión”, afirma, reconociendo que el trabajo cultural en la región es realizado en gran medida por personas de pueblos originarios que, con recursos limitados, luchan por mantener su identidad viva.

Hacia un futuro con más respeto y reciprocidad

A pesar de los desafíos, Pilar mantiene un compromiso profundo con la reciprocidad y el respeto hacia su comunidad. En su emprendimiento, ofrece asesoría gratuita sobre plantas medicinales, suculentas y cactus, además de enseñar a las personas a cuidar y mantener sus cultivos. “Personalmente le doy mucha asesoría a la gente, esta semana no se imagina cuánta gente he educado”, comenta, refiriéndose al número de personas que se detienen a preguntarle, incluso sin comprar sus productos, y a quienes ella guía desinteresadamente, en una muestra de la reciprocidad que considera esencial.

Para Pilar, ser educadora intercultural significa abrir espacios de respeto y acercar las nuevas generaciones a los valores de su pueblo. “No le voy a enseñar a hablar en lengua, a los niños, pero le voy a enseñar a respetar su entorno, a respetar a los adultos, escuchar, a cuidar el río, la importancia de los árboles”, concluye, resumiendo así su objetivo de dejar un legado que promueva la conciencia y el respeto hacia la naturaleza y la comunidad en las generaciones venideras.

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