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sábado, abril 26, 2025

La Serena: María Antonieta Quiroga Espinoza; mujer diaguita: Un Viaje de Identidad y Liderazgo

“Proyecto financiado a través del FFMCS 2024”

En esta entrevista, tenemos el privilegio de conocer a María Antonieta Quiroga Espinoza, una destacada profesora de filosofía y religión con más de 21 años de experiencia en la enseñanza. Originaria del pueblo diaguita, María Antonieta no solo ha dedicado su vida a la educación, sino que también lidera la Fundación «Logos del Bien Común», donde busca fomentar el desarrollo social y cultural de su comunidad.

Madre de un hijo de 22 años, su vida familiar es un pilar fundamental en su identidad. La presencia de su madre, Sonia Espinoza, también diaguita, y el recuerdo de su padre, quien falleció hace siete años, la inspiran en cada paso que da. María Antonieta mantiene un ritual diario que incluye invocar, agradecer y pedir, no solo por su familia, sino por todas las personas que ama. Este proceso de conexión espiritual se ha convertido en un acto sagrado que guía su vida y sus proyectos.

A través de su historia, María Antonieta comparte su profunda conexión con sus raíces, su lucha por el reconocimiento cultural y su compromiso con el bienestar de su comunidad.

•          ¿Podrías contarnos un poco sobre tu historia familiar? ¿Cómo ha influido tu familia en tu identidad y en tu trayectoria?

Mis abuelos y bisabuelos eran campesinos, dedicados a la agricultura y la crianza de animales en Barraza, un asentamiento diaguita. Mi abuela me contaba cómo cultivaban maíz y siempre tenían comida gracias a su conexión con la tierra. Por el lado de mi padre, descubrí que mi abuela era del Limarí, y aunque no la conocí, su apariencia me hizo sentirme parte de la cultura diaguita. Desde pequeña, siempre supe que pertenecía a este pueblo. A través de la investigación, logré que mi hijo fuera el primero en ser reconocido oficialmente como diaguita. Esto me motivó a no solo buscar reconocimiento, sino a valorar y compartir nuestra cultura. Ahora, ser diaguita le da un nuevo sentido a mi vida y me reconecta con mis ancestros.

  • En relación con tu pertenencia a un pueblo originario, ¿Qué significa para ti esta identidad?

Ser parte del pueblo diaguita ha sido un viaje largo, difícil pero muy enriquecedor. He redescubierto quién soy y he ido construyendo mi identidad. Aunque obtuve mi acreditación oficial el año pasado, antes ya buscaba integrarme a una comunidad que conserve nuestras tradiciones. Creo que la identidad se construye en colectivo, compartiendo experiencias y aprendiendo juntos. Para mí, es vital hacerlo en comunidad, tejiendo lazos que refuercen mi sentido de pertenencia.

  • ¿Qué tipos de barreras de género has enfrentado en tu vida personal y profesional?

Al intentar reconocerme como diaguita, me enfrenté a barreras significativas. Aunque no sé con certeza si fue por ser mujer, las dos personas que me negaron el reconocimiento en eran hombres. En ambas ocasiones, me dijeron de manera muy tajante que no pertenecía al pueblo diaguita y que siguiera con mi vida normal. Sentí una falta de apoyo, ya que fui sola a buscar mi acreditación, lo que me hizo pensar que tal vez fui discriminada tanto por mi género como por mi condición de no tener respaldo en ese momento.

  • ¿Has notado alguna brecha significativa que afecte a las mujeres de pueblos originarios en comparación con otras mujeres?

Aunque no me ha pasado a mí, conozco el caso de una amiga que trabaja como educadora tradicional de lengua de pueblo originario. Ella siente que, por ser mujer y de un pueblo originario, la miran como si no tuviera las competencias necesarias. A veces, cuando quiere hacer actividades, le dicen que no, que eso no le corresponde porque no es profesora de arte. Yo siempre le digo que tiene que empoderarse y decir: «Esto lo hago yo, está en mi planificación», porque es la experta en su área. A pesar de que fue elegida para ese trabajo, no la valoran como se debería, y creo que eso refleja una brecha importante que aún existe. Hace falta más apoyo y reconocimiento para mujeres como ella, y este es un tema que debe mejorarse, incluso con políticas públicas.

  • ¿Cómo has enfrentado estas barreras y brechas? ¿Hay alguna experiencia que te haya marcado especialmente?

Como te contaba sobre mi amiga, yo trato de aconsejarla porque soy profe y le doy algunos tips. Le digo que si tiene planificada una actividad, nadie puede decirle que no la haga, aunque no sea profesora de arte. Por ejemplo, en su clase, los niños debían rellenar un dibujo de un copihue, algo que tiene que ver con la cultura que está enseñando. Sin embargo, le dijeron que no lo podía hacer porque no era su área. Yo le explico que eso es un recurso pedagógico válido, y que los niños pequeños también necesitan trabajar la motricidad fina con este tipo de actividades.

Siento que esto es una forma de discriminación, porque muchas educadoras tradicionales no tienen un título profesional, pero están haciendo lo mejor posible. En lugar de recibir apoyo, a menudo se les ponen trabas. Creo que en su caso, como es nueva en esto, aún no tiene la confianza para decir: «Yo soy la profesora, y lo que hago está de acuerdo con los planes y programas.»

  • ¿Crees que el apoyo que has recibido ha sido suficiente? ¿Qué mejorarías en cuanto a la ayuda ofrecida a mujeres de pueblos originarios?

El proyecto que presentamos el año pasado, compitiendo con muchas otras instituciones, fue el único en la región que se adjudicó en la categoría de material didáctico. Eso no es poca cosa, y se logró gracias al trabajo colaborativo de varias personas, pero sobre todo al apoyo constante del equipo municipal, liderado por Mauricio. Nos han respaldado desde el minuto uno, y no tengo más que agradecimiento hacia ellos. Esperamos seguir trabajando juntos el próximo año porque siempre han mostrado la mejor disposición y profesionalismo para sacar adelante nuestras ideas.

  • ¿En qué consiste tu actividad gremial, laboral, profesional, comercial y/o de liderazgo comunitario? ¿Cómo llegaste a desempeñarte en este campo?

Bueno, como te contaba antes, yo soy profesora de profesión y trabajé por más de 21 años enseñando religión. Pero hace un par de años, tuve que dar un giro porque tengo artrosis severa en las rodillas, y trabajar en los colegios ya se estaba volviendo muy difícil, especialmente porque, aunque se habla mucho de inclusión, las condiciones no eran adecuadas. Por ejemplo, tenía clases en un tercer piso y subir escaleras era agotador. Así que en 2022 decidí dar un paso al costado y dejar de trabajar bajo contrato, porque también era muy desgastante cumplir con tantos horarios.

Fue ahí cuando decidí meterme en el mundo del emprendimiento. Mi mamá teje, y yo también hago algo de textil, así que comenzamos a vender nuestros productos en ferias. Participamos en la Expo Peñuelas el año pasado, compartiendo stand con otra emprendedora. A mí siempre me ha gustado el comercio, conocer gente, vender cosas, así que me lancé por ese lado.

El año pasado también estudié en un diplomado sobre creación de cooperativas con la Fundación Chile, y me encantó la idea de un emprendimiento con enfoque social. Nos capacitamos casi todo el año y salimos con certificación.

Ahora lidero una fundación que creamos, llamada «Logo del Bien Común», donde soy presidenta y representante legal. Me encanta armar equipos y liderar proyectos, siempre he tenido esa inquietud de hacer cosas para impactar positivamente en la sociedad. De hecho, en la fundación somos mayormente mujeres, y nos enfocamos en temas sociales, pero también en que el emprendimiento sea sostenible económicamente. ¡Así que acá estamos, siempre buscando nuevas oportunidades y perseverando!

  • ¿Cuáles han sido los principales hitos en tu trayectoria?

El año pasado tuvimos dos hitos súper importantes. El primero fue ganar nuestro primer proyecto Fondart regional, financiado por el Servicio de Patrimonio Cultural. Para nosotros fue un salto gigante porque es la primera vez que nos adjudicamos un proyecto de esta magnitud. Habíamos postulado a otros más pequeños antes, pero no lo habíamos logrado. Este proyecto se trata de la creación de un libro de cuentos diaguitas, llamado «Las Aventuras de Yastay y sus amigos diaguitas». Es un libro colectivo, con 25 cuentos inéditos, dirigidos a niños entre 4 y 9 años.

Este proyecto ha sido todo un desafío, pero muy gratificante. Ha habido muchas horas de investigación, entrevistas, visitas a terreno, y todo lo necesario para sacar adelante un trabajo bien hecho. Vamos a llevar estos cuentos a jardines infantiles y escuelas en toda la región, desde Coquimbo y La Serena, hasta Salamanca. El libro es hermoso, con ilustraciones llamativas y de excelente calidad, algo que nos tiene muy orgullosos.

Además, el libro será inclusivo, con imágenes grandes y textos fáciles de entender. Los cuentos son cortos, con un máximo de una página por historia, ideal para que los niños pequeños los disfruten. También tendrá un código QR para acceder a los cuentos en formato digital desde nuestra página web, donde estarán disponibles para descargar e imprimir de forma gratuita.

Vamos a difundir este proyecto en ferias, y ya estamos planificando una muestra de mujeres de pueblos originarios a finales de noviembre, donde invitamos a un colegio para que nos visite. La idea es que este libro llegue a los niños, sus familias y que la historia diaguita se comparta con el mayor número de personas posible. ¡Estamos súper emocionados con todo lo que viene!

  • ¿Te has encontrado con obstáculos particulares en tu actividad debido a tu género y/o identidad originaria?

Claro que he encontrado, no solo entre mujeres, sino también entre mujeres y hombres. Siento que muchas veces se les da preferencia a los hombres, aunque tengan las mismas capacidades o incluso menos experiencia que una mujer. Me he dado cuenta de que en los puestos de responsabilidad, especialmente en áreas vinculadas a los pueblos originarios, suelen ser liderados por hombres. Esa es la impresión que tengo, que esos cargos más importantes en instituciones públicas están en manos de varones.

Y creo que esto no cambiará de la noche a la mañana. Todavía falta bastante para que haya una verdadera equidad en el ámbito laboral y profesional, especialmente cuando se trata de valorar y reconocer el trabajo de las mujeres. A veces, incluso cuando una mujer tiene los mismos estudios, experiencia o está más calificada, no obtiene el puesto. O peor aún, te dicen que estás «sobrecalificada», lo que parece una excusa absurda cuando al final ese mismo puesto lo ocupa un hombre.

  • ¿Has sentido alguna vez que tu identidad originaria te da una perspectiva única o una ventaja en tu campo de trabajo?

Para mí, ser mujer indígena y pertenecer al pueblo diaguita ha sido un verdadero regalo. Ha sido un plus en mi vida, porque el pertenecer a este pueblo y estar impulsando iniciativas me ha ayudado a crecer, a conocer más sobre mis raíces y, sobre todo, a sentirme parte de la comunidad. Me ha dado la confianza para decir: «Sí, yo pertenezco a este pueblo y tengo el derecho de hablar sobre él».

Al principio, una puede sentir que no tiene la misma experiencia que otras mujeres que han estado años en el activismo por los pueblos originarios, y eso puede hacerte dudar si tienes el derecho de expresar tus opiniones o defender tus raíces. Yo respeto profundamente a esas mujeres que llevan mucho tiempo luchando por el reconocimiento territorial y la defensa de los lugares sagrados, pero hoy me siento en la posición de aportar desde mi lugar, con mi granito de arena, a la puesta en valor y re-significación de la inmensa riqueza cultural del pueblo diaguita.

  • ¿Tienes nexos o redes de apoyo con otras mujeres de pueblos originarios? ¿Cómo han influido estas relaciones en tu vida y trabajo?

Sí, la verdad es que he logrado establecer redes con otras mujeres de pueblos originarios, en gran parte por el liderazgo que ejerzo desde la Fundación. Siento que es muy importante apoyarnos entre nosotras. Además, tengo conexiones con mujeres de otros países, gracias a eventos en los que he participado. Por ejemplo, el año pasado fui parte del Primer Encuentro de Mujeres Parlamentarias de Pueblos Originarios en Arica, un evento que se realiza hace varios años y que reúne a mujeres de distintos pueblos para abordar temáticas relacionadas con las brechas y dificultades que enfrentamos. Es un trabajo muy exhaustivo, hecho en conjunto con mujeres de diversas comunidades.

Esta vinculación es algo que no quiero perder. El año pasado fui representante del pueblo diaguita en ese encuentro, siendo una de las pocas de la región de Coquimbo. Este año, volveré a participar en la sexta versión que se llevará a cabo en Osorno. Este parlamento de mujeres indígenas tiene un carácter internacional, ya que asisten mujeres de países como Brasil, Argentina, Perú, Bolivia y Ecuador. Los temas que se abordan son muy diversos y complejos: salud, derechos, vivienda, educación y medio ambiente.

  • ¿Consideras que el trabajo en red con otras mujeres de pueblos originarios es importante? ¿Por qué?

Exactamente, es fundamental mantener el trabajo conjunto y no aislarnos, porque apoyarnos entre nosotras es clave para levantar iniciativas que realmente tengan impacto. Como te decía, todo lo que hacemos queda por escrito, se levantan actas y luego se llevan al Congreso para mostrar el trabajo que se está realizando. No se trata solo de reunirnos para hablar de los problemas, sino de proponer soluciones concretas y encontrar los caminos adecuados para hacerlas realidad.

Me duele mucho ver todas las problemáticas que estamos viviendo como pueblos originarios en general. Por eso, es tan necesario buscar apoyos y luchar para que nuestras voces sean escuchadas, para que las soluciones no queden solo en ideas, sino que se conviertan en acciones reales que beneficien a nuestras comunidades.

  • ¿Qué consejo les darías a las jóvenes mujeres de pueblos originarios que están comenzando su camino profesional o comunitario?

El consejo que les puedo dar es que no se rindan, porque cada mujer es única y valiosa. Todas tenemos oportunidades, pero hay que salir a buscarlas, tocar puertas, asociarse y trabajar en equipo. Y claro, con nosotras tienen las puertas abiertas siempre, porque apoyamos a las mujeres de pueblos originarios. Nos estamos conectando con gente nueva, joven, que tiene mucho que aportar, y es súper importante darles esos espacios y guiarlas para que puedan cumplir sus metas y sueños. La idea es que se vayan desarrollando en lo personal, en lo profesional y también en el liderazgo de sus comunidades o grupos.

  • ¿Hay algo más que te gustaría compartir sobre tu experiencia y tu visión para el futuro?

Para mí, toda esta experiencia ha sido maravillosa. Además, siempre he tenido claro que quiero apoyar a otras mujeres emprendedoras, porque yo también soy una. Es algo que me nace de manera natural. Por eso estamos organizando la primera feria exposición de arte y oficios en Coquimbo, y esperamos que más adelante sea itinerante, que podamos llevarla a La Serena, a la Avenida del Mar en verano, y que se haga de forma más frecuente. Queremos que la gente conozca y valore nuestra cultura, nuestros oficios, y las cosas increíbles que hacen las mujeres que he tenido la suerte de conocer.

La proyección es seguir creciendo. Hoy estamos apoyando a 20 mujeres emprendedoras, pero ojalá el próximo año podamos apoyar a muchas más. La idea es tejer redes, unirnos y mostrar todo lo que cada una está haciendo. No solo en lo que respecta a mi pueblo, sino también con hermanas del pueblo Mapuche, Chango, Lickanantay y Aymara, que son con quienes más contacto tenemos aquí en la región.

https://fundacionlogos.org

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