“Proyecto financiado a través del FFMCS 2024”

A sus 60 años, Cecilia Sáez Valdez es una mujer que ha vivido un despertar profundo al descubrir sus raíces diaguitas hace poco más de una década. Emprendedora y luchadora incansable por los derechos y la visibilización de los pueblos originarios, su historia es un reflejo de la búsqueda de identidad y de la importancia de reconocer y valorar el patrimonio cultural.

«Descubrí mis raíces diaguitas alrededor del 2010», cuenta Cecilia, aún sorprendida por lo tardío de su hallazgo. «Fui la primera de mi familia en certificarse con el apellido Jopia, que lleva mi mamá. Nuestras raíces vienen del Valle de Elqui y de Andacollo». La revelación de su ascendencia no sólo transformó su visión de sí misma, sino que también la llevó a un profundo proceso de reconexión con sus orígenes. «Mi mamá no sabía que éramos indígenas. Yo creo que mi abuela murió sin saberlo, o tal vez lo sabía, pero nunca lo comentó, porque en esos tiempos ser indígena era motivo de gran discriminación».

Un descubrimiento inesperado: La chispa que encendió el despertar

El redescubrimiento de su identidad diaguita fue casi accidental. Cecilia recuerda que, en aquellos días, se dedicaba a la artesanía y tenía en su posesión un huevo de avestruz que decidió regalar a un joven que fabricaba aros con ese material. “Él me dijo: ‘Tú eres indígena’. Yo le contesté que me encantaría serlo, pero no tenía por dónde”. Intrigado, el joven comenzó a preguntarle por los apellidos de su familia. Cuando Cecilia mencionó el apellido Jopia, él le explicó que era un apellido diaguita y la animó a hablar con la presidenta de una agrupación local.

A partir de ese encuentro, todo cambió. «Ahí empezó todo mi recorrido, todo mi despertar», recuerda con emoción. «Porque en realidad esto es un despertar. Fue muy bueno para mí». Desde ese momento, Cecilia comenzó a interesarse cada vez más en la cultura diaguita, a participar en actividades y a buscar la certificación de su linaje, un proceso que tardó varios años. Finalmente, en 2014, Cecilia fue reconocida oficialmente como miembro del pueblo diaguita, un logro que significó mucho más que un simple documento. «Saber de dónde vienes es una revelación poderosa, te conecta con una parte de ti misma que ni siquiera sabías que existía», explica.

Emprender y vivir de la tradición: Las churrascas como patrimonio regional

Además de su redescubrimiento cultural, Cecilia es una emprendedora tenaz. Desde hace 15 años, ha logrado vivir de la venta de churrascas, un alimento tradicional que ha innovado incorporando sabores únicos. «Tengo un emprendimiento de churrascas con sabores, y hace 15 años que vivo de eso», comenta orgullosa. En un mundo donde la innovación y la tradición a veces parecen estar en conflicto, Cecilia ha encontrado la manera de honrar sus raíces diaguitas mientras innova en la cocina.

Sin embargo, no todo ha sido fácil. A pesar del éxito de su emprendimiento, Cecilia ha enfrentado obstáculos al intentar vender sus productos en ciertas ferias. “A veces me siento un poco segregada, porque al vender churrascas no me aceptan en ferias de artesanos. Aunque no es artesanía en sí, la churrasca es patrimonio regional. En Coquimbo, por ejemplo, no me permiten venderlas en ferias, pero afortunadamente en La Serena son más flexibles», explica, visibilizando la necesidad de un mayor reconocimiento a la gastronomía como parte integral del patrimonio cultural.

La lucha por espacios para las emprendedoras indígenas

Cecilia pertenece a una agrupación multicultural llamada Tinokaykama, formada por mujeres emprendedoras de pueblos originarios, la mayoría de las cuales son jefas de hogar. Esta agrupación ha sido fundamental para la promoción y revitalización de la cultura indígena en la región. Juntas, organizan talleres gratuitos para la comunidad, donde no solo muestran sus productos, sino que también enseñan sobre sus culturas y tradiciones. «Pedimos espacios a la municipalidad para trabajar y dar a conocer nuestra cultura», comenta Cecilia, destacando el esfuerzo constante por mantener vivas sus tradiciones en un mundo que a menudo las ignora.

A pesar de los logros de la agrupación, conseguir espacios para sus actividades sigue siendo un desafío. «Estamos un poco en déficit con el apoyo de la municipalidad», admite. “Aunque hemos tenido la fortuna de que nos den algunos espacios para trabajar, siempre cuesta, hay que estar mendigando por un lugar”. Cecilia relata que cada vez que solicitan un espacio para sus talleres o ferias en la Plaza de Armas o en otros lugares públicos, se encuentran con múltiples barreras burocráticas. «A veces dicen que no hay espacio, o que las cartas no llegaron. Es una lucha constante», dice con frustración.

No obstante, Cecilia también destaca que han encontrado mayor acogida en el departamento de Turismo de la municipalidad de La Serena, donde han podido trabajar en la Avenida del Mar durante el verano. «Hemos sido muy bien recibidas ahí, aunque a veces cuesta que nos den más días en la Plaza de Armas, que es uno de los mejores lugares para vender», añade. Durante el verano, la agrupación ha podido organizar talleres en la playa, donde enseñan a los niños y adultos sobre la cultura diaguita y, por supuesto, sobre las famosas churrascas de Cecilia. «La gente está súper interesada, les encanta aprender cosas nuevas y participar en los talleres», comenta con entusiasmo.

La fuerza de las mujeres diaguitas

A lo largo de los años, Cecilia ha encontrado en su agrupación no solo un espacio de trabajo, sino también una red de apoyo fundamental. Juntas, las mujeres de Tinokaykama han organizado conversatorios, ferias y actividades culturales que no solo les permiten vender sus productos, sino también compartir sus conocimientos y experiencias. «En junio trajimos a un historiador, Patricio Cerda, e hicimos un conversatorio en la biblioteca Gabriela Mistral, fue súper entretenido», cuenta Cecilia, mostrando el orgullo que siente por lo que han logrado como grupo.

A pesar de los desafíos, Cecilia no se rinde. «Nosotras somos todas emprendedoras, la mayoría somos jefas de hogar, así que necesitamos espacio para trabajar», afirma con determinación. Para ella, el trabajo en equipo es clave para seguir adelante, y confía en que, a través de su esfuerzo y perseverancia, lograrán abrir más puertas para las emprendedoras indígenas en su región.

Un legado que trasciende

Para Cecilia Sáez Valdez, su historia es un ejemplo de cómo el redescubrimiento de la identidad puede transformar una vida. Al descubrir sus raíces diaguitas, no solo encontró una nueva forma de ver el mundo, sino también una misión: compartir y preservar la cultura de su pueblo. Su lucha diaria por conseguir espacios para trabajar, su emprendimiento de churrascas y su participación activa en la agrupación Tinokaykama son una muestra del compromiso que tiene con sus raíces y con el legado que quiere dejar para las futuras generaciones.

Hoy, a sus 60 años, Cecilia sigue luchando, no solo por su propio bienestar, sino por el reconocimiento y el respeto hacia las culturas indígenas. En sus palabras, la cultura es algo que se debe revitalizar constantemente, y su tarea como diaguita es asegurarse de que su historia, y la de su pueblo, no caiga en el olvido.

“La tentación Morena”, el emprendimiento de Cecilia los invita a todos a disfrutar de sus sabores innovadores con las masas, aceituna, merkén, orégano, albahaca con tomate, ajo, etc. son las alternativas que brinda su negocio.

Porque la comida también es parte de la cultura y las churrascas son parte de la identidad de la región de Coquimbo, por eso entregarles el espacio tanto a la cultura artística como a la gastronómica es importante, además teniendo en cuenta el potencial turístico de La Serena.

Potencial que Cecilia ha sabido explotar, revitalizando una preparación típica con un giro a una comida que parecía ya no poder evolucionar más, con su trabajo supo actualizarlas creando una nueva posibilidad que genere atención en los habitantes.