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viernes, junio 20, 2025

La Serena: Bernarda González: Orgullo y sabiduría Diaguita en cada paso de su camino

“Proyecto financiado a través del FFMCS 2024”

En esta entrevista, Bernarda González comparte la historia y sabiduría de una vida marcada por la herencia diaguita y una profunda conexión con la comunidad y la tierra. Descendiente de ancestros diaguitas en el Valle, Bernarda creció escuchando relatos de sus abuelos, quienes vivieron en tiempos de opresión y mantuvieron en secreto sus orígenes por temor a la discriminación. Hoy, Bernarda es considerada una madre espiritual en su comunidad, y continúa el legado de sus antepasados a través de prácticas ancestrales y ceremonias en honor a la Pachamama. Su vida y su historia representan el orgullo y la fortaleza de una mujer que ha dedicado su tiempo y esfuerzo a preservar las tradiciones diaguitas y a guiar a las nuevas generaciones.

A través de su trabajo como sanadora, su papel como líder comunitaria y su compromiso con la transmisión de valores culturales, Bernarda González nos invita a redescubrir la importancia de las raíces, la espiritualidad y el respeto a la naturaleza. Con una visión clara del rol de los pueblos originarios en el presente, nos habla de su camino de lucha y de cómo ha enfrentado y superado las barreras de género y cultura, siempre fiel a su identidad diaguita.

  • ¿Podrías contarnos un poco sobre tu historia familiar? ¿Cómo ha influido tu familia en tu identidad y en tu trayectoria?

Mis antepasados son diaguitas y vienen del Valle. Soy descendiente directa, y aunque mis abuelos no hablaban mucho de esto, sé que tenían miedo de decir que eran diaguitas; los llamaban “indios” y escuchaban historias de amenazas y violencia si mencionaban su origen. Mi abuela contaba que, en esos tiempos, a su abuela la ataron a un árbol y la castigaron solo por no obedecer a sus patrones. Fueron años muy duros cuando llegaron los españoles, y eso marcó profundamente a mi familia.

Mi historia está enraizada en la Cuarta Región, y cuando se descubrió el cementerio del Olivar, el Estado empezó a buscar si aún quedaban descendientes de esas antiguas generaciones. Me hicieron un estudio genético y resultó que tengo un porcentaje muy alto de sangre amerindia, más que europea, algo que fue confirmado por estudios desde aquí hasta Alemania.

Aquí en la Cuarta Región, en mi agrupación me llaman «guayan» y me consideran una madre espiritual. Me dedico a continuar la labor de mis antepasados, especialmente en la parte espiritual, algo que heredé de mi abuela, quien era una especie de «bruja» o sanadora. Ella trabajaba arreglando huesos y ayudando en partos, y es de ella que aprendí muchas de estas prácticas.

Mi familia está orgullosa de mí; me apoyan y sienten alegría de que, como su abuela, continúe la trayectoria y las tradiciones de nuestros ancestros diaguitas.

  • En relación con tu pertenencia a un pueblo originario, ¿Qué significa para ti esta identidad?

Me siento increíblemente orgullosa y feliz de llevar en mí la herencia diaguita. Es algo que siento muy profundamente, especialmente desde que supe que mis ancestros descansan en el Olivar. Este descubrimiento ha reforzado mi conexión con ellos; he estado haciendo oraciones y ceremonias en honor a mis ancestros.

Aquí en la comunidad, siento un gran respeto y cariño de parte de las personas; me buscan, me llaman y me valoran. Todo esto me hace sentir aún más comprometida con mi identidad y con el legado que llevo en el corazón.

  • ¿Qué tipos de barreras de género has enfrentado en tu vida personal y profesional?

Ninguna hasta el momento, para mí, todos son como mis hijos e hijas. No suelo llamarles «hermanos» o «hermanas», excepto cuando son mayores que yo. Siendo la mayor, los veo a todos como una familia extensa. No hago distinciones ni discrimino a nadie; los abrazo a todos como si fueran mis propios hijos, sin excepción.

  • ¿Ha notado alguna brecha significativa que afecta a las mujeres de pueblos originarios en comparación a otras mujeres?

He notado una diferencia en cómo vivimos las mujeres de pueblos originarios, especialmente en comparación con otras culturas indígenas como los mapuches o los aymaras. Aunque he compartido con personas de estas etnias, siento que los diaguitas mantenemos una tradición más humilde y centrada en la vida comunitaria. Mi familia, por ejemplo, siempre ha vivido en comunidad, desde mis abuelos hasta mis hijos y nietos, todos permanecemos cerca, compartiendo el mismo espacio y cuidándonos unos a otros.

  • ¿Cómo has enfrentado esas barreras y brechas? ¿Hay alguna experiencia que te haya marcado especialmente?

He enfrentado estas diferencias respetando siempre mis raíces y la conexión profunda que tengo con la Pachamama, nuestra Madre Tierra. A veces, me he encontrado con personas que no comprenden o no se sienten identificadas con esta relación con la tierra y el respeto que mantenemos hacia ella. He conversado con ellas, incluso algunas me han dicho que les gustaría pertenecer a un pueblo originario. Pero entiendo que quienes no comparten nuestras costumbres, especialmente aquellos con culturas muy diferentes, pueden no sentir lo mismo. Esto me ha ayudado a valorar y cuidar aún más nuestra identidad y nuestras tradiciones.

  • ¿Has sufrido algún episodio de discriminación o desigualdad por ser mujer y pertenecer a un pueblo originario?

No, en mi experiencia personal no he vivido discriminación o desigualdad por ser mujer y pertenecer a un pueblo originario. Al contrario, siento que donde voy, las puertas se me abren y recibo un trato de respeto y reconocimiento. Creo que los pueblos originarios han ido ganando respeto en la sociedad, y en lo que a mí respecta, me han tratado bien en los lugares donde he estado.

  • ¿Qué instituciones públicas o privadas te han apoyado en tu camino? ¿De qué manera?

La verdad es que nunca he necesitado pedir ayuda a instituciones públicas o privadas. Desde siempre he sido una mujer de lucha, y he trabajado duro para lograr lo que tengo sin depender de otros. Cuando éramos jóvenes, mi esposo y yo nos fuimos al norte, y allí trabajamos para construir nuestro camino. Nunca le he pedido nada al Estado.

Sin embargo, he apoyado a otros cuando lo han necesitado, colaborando con diferentes instituciones y competencias cuando me lo han pedido. Mi enfoque siempre ha sido el de mantener mi independencia y ayudar a quienes lo necesitan desde mi propia experiencia.

  • ¿Crees que el apoyo que has recibido es suficiente? ¿Qué mejorarías en cuanto a la ayuda ofrecida a mujeres de pueblos originarios?

Considero que los jóvenes han recibido bastante apoyo, especialmente quienes se dedican a la artesanía; he visto que tienen oportunidades y respaldo, incluso desde la municipalidad. Sin embargo, noto que muchos viven al día sin pensar en el futuro; ganan dinero, pero prefieren gastarlo sin preocuparse por avanzar o invertir en su desarrollo a largo plazo. Aunque cuentan con ayudas y herramientas para salir adelante, algunos siguen quejándose y pidiendo más, en lugar de aprovechar lo que tienen para crecer.

  • ¿En qué consiste tu actividad gremial, laboral, profesional, comercial y/o de liderazgo comunitario? ¿Cómo llegaste a desempeñarte en este campo?

Actualmente soy dueña de casa y jubilada del Consultorio Emilio Schaffhauser, pero siempre he trabajado en el ámbito comunitario, dedicándome a ayudar a los demás. Durante mi tiempo en el consultorio, me involucré en el apoyo directo a las personas, a veces incluso de manera voluntaria. Cuando veía que alguien no podía llegar al hospital, tomaba mi vehículo y lo llevaba personalmente, porque siento que muchos profesionales pierden el lado humano, limitándose a atender en consulta sin involucrarse más allá.

A lo largo de mi vida, he mantenido ese enfoque en la ayuda comunitaria, guiada siempre por el deseo de apoyar al prójimo. Hoy en día, sigo trabajando en esa área, priorizando siempre la empatía y el servicio a los demás.

  • ¿Cuáles han sido los principales hitos en tu trayectoria?

Los principales hitos en mi trayectoria han sido poder llegar y conectar con las personas, ofreciendo ayuda y recibiendo un inmenso cariño de la comunidad. Me llena de orgullo el reconocimiento que me han dado por los actos y el apoyo que he brindado a lo largo de los años. Sentir que la gente me quiere y me busca es una gran satisfacción, una especie de recompensa emocional que me impulsa a seguir adelante.

  • ¿Te has encontrado con obstáculos particulares en tu actividad debido a tu género y/o identidad originaria?

No, en realidad no me he encontrado con obstáculos específicos por mi género o mi identidad originaria. Me siento orgullosa de ser parte de mi pueblo diaguita, con raíces humildes y fuertes. Creo que, al final, nacemos de esta tierra y llevamos su esencia en nuestra sangre, lo cual me ha dado una fortaleza y un sentido de pertenencia profundo.

  • ¿Cómo es que la condición de mujer de pueblo originario puede perjudicar o favorecer el desarrollo personal y profesional?

No creo que mi condición de mujer de pueblo originario me haya perjudicado en nada, todo lo contrario. Cuando voy a un lugar en representación de mi comunidad, siento que me reciben con respeto. Tal vez influya mi actitud, porque siempre llego con buena energía, saludando y pidiendo permiso, como corresponde.

  • ¿Has sentido alguna vez que tu identidad originaria te da una perspectiva única o una ventaja en tu campo de trabajo?

Sí, creo que mi identidad originaria me ha dado una ventaja en ciertos aspectos. Recuerdo una vez en que iba a pasar una carretera por mi territorio, y al expresar la importancia de esa tierra, explicando que era sagrada y que yo realizaba ceremonias ahí, logré que se hiciera un desvío para proteger el lugar. La gente de la empresa, incluso los que venían de Santiago, entendió y respetó mi petición. Estoy convencida de que ser de un pueblo originario tuvo peso en esa decisión; de no ser así, probablemente no me habrían escuchado de la misma manera.

  • ¿Tienes nexos o redes de apoyo con otras mujeres de pueblos originarios? ¿Cómo han influido estas relaciones en tu vida y trabajo?

Sí, tengo una red de apoyo sólida con otras mujeres de pueblos originarios, y estas relaciones han sido muy significativas en mi vida. Recientemente, algunas de estas mujeres participaron en un viaje de estudios a Argentina, con todos los gastos pagados, para aprender y compartir conocimientos en técnicas tradicionales, como el uso del tabaco. Aunque me invitaron a unirme, decidí quedarme porque siento que mi compromiso está aquí, donde la gente me necesita. Trabajar con estas mujeres es una experiencia enriquecedora, y aunque no siempre puedo participar en todo, el apoyo mutuo es fundamental en nuestro camino.

  • ¿Consideras que el trabajo en red con otras mujeres de pueblos originarios es importante? ¿Por qué?

Sí, considero que el trabajo en red con otras mujeres de pueblos originarios es fundamental. Esto nos permite mantener viva nuestra cultura, desde nuestras raíces diaguitas hasta las conexiones con otros pueblos como los changos y los aymaras. En estos tiempos, donde la tecnología, especialmente los celulares, ha cambiado tanto nuestra forma de vivir, siento que nuestra identidad y tradiciones están en riesgo de perderse. Este trabajo en red es una forma de recordar y reforzar quiénes somos y de transmitir el valor de nuestras tradiciones, resistiendo la desconexión que a veces nos impone la modernidad.

  • ¿Qué consejo les daría a las jóvenes mujeres de pueblos originarios que están comenzando su camino profesional o comunitario?

Les diría a las jóvenes mujeres de pueblos originarios que escuchen siempre a los ancianos. Ellos son portadores de una sabiduría invaluable, una sabiduría que ha sido transmitida a lo largo de generaciones y que nos guía en cada paso que damos. Que valoren y aprendan de sus historias y enseñanzas, pues es en esa conexión con nuestros mayores donde encontrarán la guía más auténtica y profunda para avanzar en sus caminos, ya sea en lo profesional o en lo comunitario.

  • ¿Hay algo más que te gustaría compartir sobre tu experiencia y tu visión para el futuro?

Lo que más deseo compartir es la importancia de volvernos más humanos, de mostrar más empatía y compasión en nuestro día a día. Ojalá que quienes vengan después de nosotros comprendan la necesidad de cuidar y respetar a nuestros ancianos, que muchas veces quedan solos y necesitan ayuda. Que seamos capaces de prestar atención, de dar un asiento, de acompañarlos y de valorar su presencia y su sabiduría. En un mundo que parece ir tan rápido, es fundamental detenerse y mirar alrededor, reconocer a quienes han caminado antes que nosotros y asegurarnos de que no se sientan olvidados.

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