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viernes, junio 20, 2025

La Serena: Adela Silva: Un viaje hacia sus raíces diaguitas

“Proyecto financiado a través del FFMCS 2024”

Adela Silva, auxiliar de enfermería y terapeuta holística, nacida y criada en Santiago, cuenta su singular camino hacia la comunidad diaguita en la región de Coquimbo. Su vida cambió en 2008, cuando llegó a La Serena por trabajo, cuidando a un chileno-sueco que deseaba pasar sus últimos años en su tierra natal. Lo que comenzó como un contrato temporal de cuatro meses se extendió a cinco años, durante los cuales Adela fue explorando y descubriendo los paisajes y la cultura del Valle del Limarí, lo que despertó en ella una conexión inesperada y profunda con el territorio.

En este viaje de autodescubrimiento, Adela conoció a quien más tarde se convertiría en su esposo. La relación y el arraigo a la región la llevaron a conectar con la comunidad diaguita local y a descubrir lo que describe como una «memoria ancestral». A través de experiencias profundamente emocionales en lugares como el Caleta del Toro, Adela sintió una afinidad con la tierra y sus tradiciones. Esta conexión espiritual la llevó a investigar y abrazar prácticas diaguitas, sintiendo que su identidad diaguita era una «esencia» que venía desde vidas pasadas.

Su compromiso la condujo a formalizar su vínculo con la cultura diaguita, lo que se consolidó con su matrimonio en 2022 y el reconocimiento formal de su identidad como diaguita. Hoy, Adela participa activamente en las actividades de la comunidad y continúa explorando esta herencia que, según afirma, siempre ha formado parte de su esencia.

A continuación, Adela nos revela su historia de vida, las barreras que ha enfrentado y el camino de aprendizaje que ha recorrido para convertirse en la mujer diaguita que es hoy.

  • ¿Podrías contarnos un poco sobre tu historia familiar? ¿Cómo ha influido tu familia en tu identidad y en tu trayectoria?

«Soy de Santiago, y fue el trabajo lo que me trajo a La Serena en 2008. Yo trabajaba en el área de la salud como auxiliar de enfermería, cuidando a pacientes de forma particular, a través de una oficina de la Universidad Católica. Me asignaron a un paciente chileno-sueco que quería pasar sus últimos días en su tierra natal, en La Serena, y así comenzó mi historia aquí. Estuve con él cinco años, y durante ese tiempo, sus hijos me ofrecieron el espacio para quedarme, conocer el lugar, y explorar. Fue así como poco a poco me fui enamorando de esta región, al punto de querer quedarme aquí.

A través de mi esposo, conocí la cultura diaguita. Él y su familia tienen raíces diaguitas, y con el tiempo, participé en ferias y otras actividades culturales de la comunidad. Nos casamos en 2022 y, con eso, fui reconocida oficialmente como parte del pueblo diaguita. Para mí, esto va más allá de los papeles o el matrimonio: siento una conexión con estas tierras como si perteneciera a ellas desde siempre. He vivido experiencias muy profundas, especialmente en lugares del Valle de Limarí, donde sentí que revivía recuerdos de vidas pasadas. Esta conexión espiritual es algo que valoro mucho y que ha moldeado mi vida en los últimos años».

  • En relación con tu pertenencia a un pueblo originario, ¿qué significa para ti esta identidad?

«Siento que estar aquí es como haber renacido. Es como si siempre hubiera pertenecido a esta tierra y me tocara redescubrirla. Incluso hay quienes bromean diciendo que debí haber nacido en el Valle en lugar de en Santiago, como si siempre hubiera sido mi verdadero hogar. Para mí, pertenecer a este lugar es un regalo, es un renacer».

  • ¿Qué tipos de barreras de género has enfrentado en tu vida personal y profesional?

«He experimentado varias barreras de género, especialmente en el ámbito laboral y social. Recuerdo una situación en urgencias del Hospital Juan Pablo en Coquimbo, donde un médico cuestionó mis conocimientos solo por mi título de auxiliar de enfermería. A pesar de haber cursado tres años de Medicina en la Universidad de Chile, me desestimó por no tener el mismo nivel de estudios, sin escuchar lo que tenía para aportar en ese momento.

En Ovalle, el machismo también es muy fuerte. Las mujeres mayores son vistas como cuidadoras y las jóvenes, como inexpertas. Afortunadamente, en mi relación de pareja no vivo este tipo de prejuicios, pero en la comunidad todavía persisten esas normas tradicionales que limitan a las mujeres».

  • ¿Has notado alguna brecha significativa que afecte a las mujeres de pueblos originarios en comparación con otras mujeres?

«Sí, a veces siento que ser diaguita afecta cómo me ven los demás. En ferias, como la del Solsticio de Invierno, donde me presento con mi vestimenta tradicional y todos mis productos, percibo que la gente se pregunta por qué estoy ahí, con comentarios como ‘¿Qué hace usted aquí si tiene su consulta?’

En mi consulta, practico técnicas tradicionales de sobado, herbolaria y otras terapias, y la gente lo valora, pero cuando me ven en ferias, me miran como si fuera menos profesional. Este tipo de prejuicios hacia los diaguitas todavía persiste; muchas personas asumen que vivimos en condiciones primitivas y no tienen idea de todo lo que aportamos».

  • ¿Cómo has enfrentado estas barreras y brechas? ¿Hay alguna experiencia que te haya marcado especialmente?

«La discriminación interna entre las comunidades diaguitas ha sido algo que me ha afectado mucho. Por ejemplo, en Monte Patria, con una persona de la comunidad que ofrece clases sobre tradiciones diaguitas, sentí que me excluían y hasta cuestionaban mi autoridad para participar en ceremonias o realizar ciertas actividades. Esto me dolió profundamente, pero decidí enfrentar la situación con respeto, enviando energía positiva y paz, recordando que mi intención nunca ha sido desplazar a nadie, sino aprender y contribuir».


  • ¿Podrías compartir algún momento específico que refleje esta discriminación? ¿Cómo lo manejaste?

«Uno de los momentos más difíciles fue cuando me enfrenté al rechazo en una ceremonia en Monte Patria. Al principio sentí dolor y hasta lloré, pero después comprendí que la mejor forma de manejarlo era enviar luz y amor a quienes me criticaban, sin dejar que sus palabras afectaran mi conexión con lo que hacía. He aprendido a transformar esas experiencias negativas en crecimiento personal».

  • ¿Qué instituciones públicas o privadas te han apoyado en tu camino? ¿De qué manera?

«En mi camino, he recibido apoyo de varias instituciones, como la municipalidad a través del programa ‘Mujer Jefa de Hogar’, SERCOTEC y la Escuela de Negocios de esta misma entidad. Actualmente, estoy participando en un programa de FOSIS, y también recibo apoyo de CONADI. Además, dentro de mi comunidad, hemos iniciado un curso de lengua cacán, que nos permite conectar con nuestra herencia cultural de manera significativa».

  • ¿Crees que el apoyo que has recibido ha sido suficiente? ¿Qué mejorarías en cuanto a la ayuda ofrecida a mujeres de pueblos originarios?

«Aunque he recibido apoyo en el ámbito laboral y para desarrollar mi oficio, en cuanto al respaldo a las comunidades de pueblos originarios, la situación es diferente. No contamos con recursos específicos para fomentar nuestras actividades culturales y muchas veces dependemos de juntas de vecinos para realizar nuestras reuniones, sin un apoyo suficiente para cubrir necesidades básicas. Considero que hace falta un apoyo más estructurado que valore nuestras tradiciones».

  • ¿En qué consiste tu actividad gremial, laboral, profesional, comercial y/o de liderazgo comunitario? ¿Cómo llegaste a desempeñarte en este campo?

«Trabajo como terapeuta corporal holística, especializada en masajes terapéuticos para aliviar problemas físicos y brindar tratamientos estéticos. Además, fundé la agrupación ‘Auto Cuidado Integral Luz de Luna’, con el fin de apoyar a mujeres que enfrentan condiciones como fibromialgia y lupus. Esta agrupación brinda un espacio para el autocuidado y la salud integral».


  • ¿Cuáles han sido los principales hitos en tu trayectoria?

«Uno de mis mayores logros fue finalizar mis estudios en masofiláctico y tener la oportunidad de impartir clases en el Valle de Elqui y en el Valle Central. Ser docente en un instituto nocturno y compartir mi experiencia con mujeres esforzadas ha sido un hito en mi vida. Aunque no pude continuar en el AIEP debido a complicaciones de horario y logística, doy clases particulares y talleres, lo cual me llena de orgullo».

  • ¿Te has encontrado con obstáculos particulares en tu actividad debido a tu género y/o identidad originaria?

«Sí, he sentido el peso de la discriminación en varios aspectos, especialmente en el área en la que vivo, en Media Hacienda. La ubicación de mi consulta parece influir en cómo las personas perciben mi trabajo, e incluso algunas vienen acompañadas para sentirse más seguras. También noté que, cuando trabajaba en un centro en el edificio Musalem, se valoraba más el lugar solo por estar en una zona considerada ‘más exclusiva'».

  • ¿Tienes nexos o redes de apoyo con otras mujeres de pueblos originarios? ¿Cómo han influido estas relaciones en tu vida y trabajo?

«En la agrupación de mujeres jefas de hogar, he encontrado compañeras solidarias que luchan y se apoyan mutuamente. Estas mujeres, muchas de ellas con acreditación de pueblos originarios, se esfuerzan por sacar adelante a sus familias. Aunque yo no soy habilidosa en manualidades, veo cómo se apoyan en la preparación de productos tradicionales y en sus labores cotidianas».

  • ¿Qué consejo les darías a las jóvenes mujeres de pueblos originarios que están comenzando su camino profesional o comunitario?

«Mi consejo para las jóvenes diaguitas es que se mantengan firmes y valoren sus raíces. Nuestra etnia está despertando y necesitamos personas comprometidas que valoren nuestra herencia cultural y no sientan vergüenza de mostrar su identidad. Que se sientan orgullosas de ser diaguitas y que, con perseverancia y voluntad, mantengan vivo nuestro legado para las generaciones futuras».

  • ¿Hay algo más que te gustaría compartir sobre tu experiencia y tu visión para el futuro?

«El mensaje que me gustaría dejar es que el amor y la perseverancia siempre deben guiar nuestros pasos. La sabiduría de nuestras tierras, nuestras hierbas y nuestras costumbres es nuestro mayor tesoro. Que las mujeres diaguitas sigan adelante con el corazón abierto y recuerden que la fuerza y la verdad de ser diaguita es algo invaluable. Con respeto y sin egoísmos, seremos grandes en el futuro».

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